A la sombra de la Luna

A la sombra de la Luna
yace un hombre muerto,
no por fuera, sino por dentro,
el pastor de lobos que yace durmiendo.

En su rostro una mascara sonriente
disimula el gesto,
los brazos caídos,
en mudo desconsuelo.

Y en el pecho,
abierto un hueco,
por donde se cuelan,
la oscuridad, el tiempo y el viento.

Su propia ave lo ha abierto,
de ojos verdes como lago muerto,
Y por ahí se ha escapado una Luna,
globo fugitivo de sentimientos.

Un agujero rodeado de carne,
Abismo poblado de sentimientos.
donde sólo una estrella solitaria,
brilla en su negro cielo.

Para entrar a su mundo es necesario un salto,
detenerse en la orilla del abismo,
y dar un paso adelante, aguantar el respiro
y atravesar el rielar fantasma que brilla en lo bajo.

A la ausencia de la Luna,
va pululando la vida,
como larvas dormidas,
creciendo y surgiendo.

Criaturas, ciudades,
fortalezas y paisajes,
demonios, ángeles,
mentiras y verdades.

Y el hombre sin rostro mira hacía adentro,
al mundo que crece dentro de su pecho.
una lagrima cae, furiosa, al centro,
pues esta condenado sólo a eso, a verlo.

Jamás podrá saltar su propio abismo,
jamás reinar sobre su propio reino.
condenado a vivir expectante,
alimentándose de sus propios sueños.

 

 

7 respuestas a “A la sombra de la Luna

Deja un comentario