¿puedes oírlo?
¿Los pasos allá afuera?
como avanzan las ovejas en fila,
como avanzan sin espera,
como enfilan hacía el matadero,
donde no los salvara el consuelo.
La muerte negra se alza recta,
y en su boca: negra sentencia,
de sus ojos, hechos de Brea,
escapa el hedor de la nueva era
mientras su mano se eleva
y su dedo nos apunta
remarcando su condena.
¿Puedes oírla siquiera?
¿Cómo su risa reverbera?
En cristales empolvados,
en el piso que tiembla,
es el quejido de la tierra
subiendo por tus piernas.
No, no son los nervios,
no, no es la tristeza,
es empatía negra,
su dulce alimento,
su azucar morena
¿puede ya oírlo?
¿podrás a tiempo?
el dedo muerto
que se acerca.
Cierra los ojos,
y escucha,
desespera.
Es ella,
Ella.
Tenebrosos versos, de estos que llegan más, si puede ser, que los de amores y desamores. Por cierto, que el principio me ha resultado, ¿cómo decirlo? evocador de algo conocido. Al final, después de mucho meditarlo, al menos para mí, que soy un alma dispersa, por lo menos veinte segundos, me he acordado: los trabajadores de «Metrópolis» de Lang.
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Deberé ponerme al día en la referencia, pero puede que haya algo por ahí.
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Ufffff, tan lúgubre como maravilloso, amigo. Gracias infinitas por escribir así. Besos a tu alma.
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Me alegra que os guste Mmaestra.
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