La celda

Desde la pared,
la cadena se despliega y se separa,
desde la pared,
como una víbora serpentea,
se estira, se contrae, se ladea,
sin dejar de morder.
Desde la pared,
hasta su muñeca,
afirma la cadena a su presa.

Y mientras él lucha,
por liberarse del hierro,
caen las lagrimas
y dibujan en el suelo,
constelaciones de lamentos,
estrellas mojadas,
recuerdos de tormentos.

Mientras, el aire se nubla,
se ensombrecen los sueños,
toman consistencia el gemido,
Y con rabia salen de su cuerpo,
silenciosos, invisibles,
hasta tocar el techo.
Salen sin hacer ruido
desde un agujero en su pecho.

Mas frente suyo no hay una reja,
no hay puerta, no hay cerradura,
Sólo le retiene la férrea atadura
y el doloroso masoquismo de la conciencia.
Al otro lado, brilla la tierra,
iluminada por un solo cálido y atento,
Caen las hojas, soplan los vientos.
Es la celda una sombra,
un paréntesis de tiempo.

Una mano que, empuñada,
no se desliza por la apertura del grillete,
pero que, abierta,
saldría sin esfuerzo siquiera.
¿por qué entonces no suelta?
¿por qué entonces no corre hacía la tierra?
¿por que no abre la mano
y corre hacia esa otra,
que en lontananza espera?

El misterio esta dentro de la mano,
donde ha atrapado una estrella,
estrella que, tiembla de miedo al pensarlo,
escapará si es que la suelta.
¿por qué dejar ir la belleza,
la felicidad que su mano aprieta?
No importa la pared y su serpiente,
ni las húmedas estrellas en el suelo,
no importa el techo opresor.
No es esa su celda,
su celda, es ella.

 

5 respuestas a “La celda

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