Escarvando.

En la oscuridad una luz brilla,

luego otra más y ya son un par de ojos.

es un brillo rojo, profundo.

de esos que gustan de ver arder el mundo.

la Oscuridad vibra y tiembla,

Y el polvo comienza a resbalar de sus piernas.

las polillas emprenden el vuelo, despiertas,

y en sus ojos encendidos revolotean.

La oscuridad escucha, atenta.

Arriba en la superficie algo escarba,

tímidamente al principio, pero cada vez con más ganas.

El piso de papeles poco a poco se desgarra,

Y jirones de luz, desde el techo, sus dedos alargan.

Más de pronto se oye celestial canto,

y el roer se detiene como por encanto.

La oscuridad se sume de nuevo en su trono.

nada que hacer, salvo seguir esperando…

Noche

El silencio de su cuerpo
se recorta contra la noche
haciendo silueta en la luna
mudo reproche.

De un futuro inconcluso,
de una historia no terminada
del destino recluso
de la mundanidad encadenada.

Pudo más la gravedad de la tierra,
pudo más la comodidad del alma,
que el viento que soplaba afuera.
Pudo más la seguridad y la calma.

Y ahora sopla el viento de nuevo
y la noche canta su llamada.
Es el sonido del abismo eterno
esperando, lanzando su carnada.

Tira el dolor de su cuerpo,
tira buscando el alivio,
para perpetuar su propia existencia,
buscando aquello que le hizo estar vivo.

Y su voz enmudecida llama,
desde la noche inquieta.
y encerrada en el fondo de su guarida
la esperanza escucha atenta.

Hojas al viento

 

Golpea el hombre sin rostro
el árbol de los recuerdos,
se vuelven nubes sus hojas
y se dispersan con el viento.

El dolor en cada golpe
se hace manifiesto.
sigue golpeando el hombre
y sigue soplando el viento.

Y aunque desde su colina
no rompe el silencio.
gritan por el las hojas
que se esparcen por el cielo.

cruzando ciudades
cruzando océanos.
delatando a todo el mundo
como se agita su sentimiento.

y golpea nuevamente el hombre
sin saber si allá lejos
alguna mano añorada
ha cogido lo que lleva el viento.

 

La muerte no lee poemas.

—Moriré si no te tengo.
dijo él compungido,
—no puedo vivir sin verte.
dijo ella ahogando un suspiro.
—Se me va la vida cuando no estas cerca.
—Mi corazón sólo late con tu presencia.
—Tuya es mi vida.
—Y tú eres la mía.

Pero no le importó eso al tiempo.
Y helos ahí, viviendo.
cada uno por su lado,
cada uno preocupado de su tema.
¿Y qué podríamos hacer al respecto?
Es que la muerte no lee poemas.

 

Volar

Que no me dejes solo,
que no voltees,
que mis pies son como un par de papeles.
Como hojas pequeñas,
que a merced del viento,
vuelan y se alejan sin importar el momento.

Sí, lo lamento,
pero no tengas pena.
Ni uno puede esclavizarse
cuando la libertad bulle por tus venas.

Tómame de la mano
y aprieta fuerte
las cosas que valen no se dejan a la suerte.
Que hasta la muerte,
esta a la espera.
De que pasen las horas y me vaya con ella.

Tira la cadena
no temas en herirme.
Te lo pido por todo lo que me quisiste,
y lo que me quieres,
y lo que me quieras,
no creas jamás en el brillo de la estrella.

¿Qué sabe el destino?
¿Qué sabe la vida?
Luchar con uno mismo no es batalla perdida,
cuando otra alma aferra
de la espada el mango,
y la hunde a tu voz,
sin dudar por el llanto.

Clávame a la pared
ensartame en el insectario,
y no me vuelvas a soltar.
Que los que tienen alas,
aun con la mejor conciencia,
las tienen para eso.
para volar,
aunque sea hacía una vela.

 

Fuente de la imagen.

Falsa

Herido por un arma ficticia,
cruza su cuerpo un corte imaginario.
¿Por qué duele entonces el alma?
si no hay carne que sustente el agravio.

¿Por qué comprime el pecho el recuerdo?
¿Por qué nos acalora la memoria?
humo afilado sale de nuestro pecho,
aguzado el filo con nuestra propia historia.

Cae sobre la hoja nuestro cuerpo,
las rodillas dobladas por la derrota.
Si todo esto no es cierto,
¿Por qué se siente la carne rota?

¿Es menor la injuria,
por no atravesar la carne y el hueso?
¿Es menor el daño,
por apuntar al alma y no al cuerpo?

Guardamos dagas en nuestra memoria,
con celo y gallardía.
aun a sabiendas de que cada historia
volverá a matarnos uno de estos días.

Abismo

Al  fondo del abismo,
en sus paredes estrías,
ocultas entre las brumas,
grietas sombrías.

cicatrices de roca,
eternas heridas,
no quiere olvidar el abismo
la fuerza que le dió la vida.

Ascienden y ondulan
en sus muros reescribiendo
la memoria de sus sismos,
de sus hitos los lamentos.

Y con sus ondulaciones,
con sus quebraderos
vuelven eterno el eco
del recuerdo no muerto.

Sí, parece en silencio.
pero si agudizas tu oído,
notaras en el fondo murmullo,
el agonizante suspiro.

Mil palabras guarda el silencio
para quien las escucha.
¿No se rebelan los secretos, acaso
a quien con ansia las busca?

Ahora, ven,
asoma tu cabeza
más cerca, más cerca.
¿Ya las notas difusas?

¿No?  ¿Te rehusas?
¿Retrocedes con miedo?
¿No estará ahí lo que buscas?
¿El tan esperado anhelo?

Eso, primero un paso pequeño
agudiza el oído.
Ahora cierra los ojos.
Vamos, salta al abismo.

 

 

Fuente de la imagen.

Hijo del recuerdo

Eres el hijo de la sabiduría
su agudo mancebo
rápido como el pensamiento
llegas casi siempre con un lamento,
o con un grito —dependiendo del momento—
¿cómo lo hacen aquellos,
que te buscan dispuestos
a compartir contigo su cama
su piso sus íntimos momentos?
Hijo de la experiencia
vas armado de pies a cabeza.
¿Tendré yo la entereza
de soportar tu visita constante?
Aunque trate de ir por delante
terminas siempre dándome alcance.
Hijo del conocimiento,
déjame olvidar tu nombre al menos,
ahora cuando ese otro,
al que pertenece ese rostro
te invoca a diario,
armado y dispuesto,
a atravesar mi pecho
con tu tridente de recuerdos.

Radnased

Y volvió a pisar las falsas calles,
a reflejarse en ojos desconocidos.
La máscara bien puesta,
los sentimientos escondidos.
Los pies bien cubiertos con el manto,
torcidos, dándoles la espalda al camino.

¿Cómo avanzar por el camino,
cuando el lastre es uno mismo?

Y deambuló por las antiguas calles,
sin rumbo ni destino.
¿Para que preocuparse siquiera?
Cuando la idea se ha hecho carne,
cuando se ha vuelto uno mismo,
No hay manera de evitar su sino.

¿Cómo desprenderse del pasado,
cuando alimenta nuestro egoísmo?

y siguió recorriendo su pasado,
a sabiendas que cada paso que daba
lo llevaba más cerca del abismo.
Como una polilla a la llama,
indefenso ante su poderío,
indefenso a su propio masoquismo.

¿Cómo salvar al alma oscura
que gusta de castigarse a si mismo?

Su sombra languidece y se hunde,
el manto vuela bravío.
Se abren las costras nuevamente
por los cristales que adornan el camino.
La mirada se vuelve al escuchar el aullido.
La noche se disuelve,  el rey se ha ido.