Deja caer la mano,
el campesino.
el azadón hiere la tierra,
dibujándole a la vida un camino.
Ha vencido
Bajo los rayos de un sol inclemente,
el gran caballero sonríe henchido.
No fue fácil,
menos sencillo.
Aceptar su propio destino.
Re-encantarse de las tierras queridas,
las viejas costumbres
y los mismos ciclos.
Entender aquel legado
que dejó su padre grabado,
en el futuro de sus hijos.
Una niña toma la mano,
de aquel que hasta ayer,
soñaba con recorrer caminos.
¿De que sirve la gloria,
de que los cantos,
para quien ya ha cumplido su sino,
el proveedor de sustento,
El trabajador aguerrido?
Al fin el hombre sonríe satisfecho,
A su lado su familia goza,
sabiéndose lejos de todo peligro.
la pequeña a su lado salta de alegría.
A lo lejos algunos lloran,
pero a lo lejos.
Mmmm, de nuevo, un estupendo canto, en este caso a la felicidad de lo cotidiano… pero ahí queda ese «a lo lejos».
Por cierto, la palabra «Reencantarse» no la entendí.
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reencantarse, volver a encantarse… parece ser que la palabra es menos universal de lo que pensaba. Quizás si le agrego un guión… re-encantarse… o cambiarla por otra como re-enamorarse… merece que le dé unos minutos.
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