Dame la mano,
jálame hacía abajo.
Sal de tu abismo y mátame.
Destroza mi cuerpo,
mi mente,
mi vida.
Llévame lejos y hazme de nuevo.
Carne de mi carne,
verso de mi verso.
Exprímeme de pasado
y lléname de sueños.
Hasta que me hinche de nuevo.
Y no sea la sombra de lo que era.
Dame la mano
y acaba esta espera.
Reclamas renacer para poder empezar de nuevo, esa sensación brotó de mi alma al leerte. Besos a tu corazón.
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Me alegra que haya sido así. Eso significa que no son solo un montón de letras apiladas.
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¡Hijo mío! Es muy bonito, a qué negarlo, pero ¡qué bestia! ¿Pedir que te descuarticen? ¿De verdad?
Ves, por eso creo que la poesía no me va. Yo pediría sexo en almíbar. O si es menester un renacer, que no duela y que no amargue.
Claro que un renacer así no sé si existirá…
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Pues a Osiris lo descuartizaron y ya ves como terminó ¿no?
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Pero por sus venas corría icor y su piel era de oro. Es distinto, qué leñe. Yo tengo sangre espesa y mi piel llena de pelusilla, granos y barrillos. ¡No hay color!
Además, creo que mis hermanos me tienen en cierta estima, y no veo a mi mujer corriendo detrás de unos cachos de carne para machihembrarlos y machihembrarnos.
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Bueno sí, la situación es un poco distinta, pero a mi defensa la cabeza de ave me da buena espina. Quien sabe, quien sabe, Torpeyvago de la cabeza de buitre, Patriarca de una nueva generación de faraones y faraonas.
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Mientras que la gente no me ponga una cabeza con cuernos para idolatrarme… —que es que hay algunos idólatras muy cabritos, no vaya usted a pensar que no—.
Si así me quitan mis hijos de trabajar, que qué quieres, que se hagan faraones o «furgoleros» y que luego digan que es explotación infantil.
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Sie… eso de los cuernos es cosa seria. Vaya que sí.
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Apis, Hathor… la gente no tiene piedad
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Me pregunto -que debo hacerle honor a mi nombre de vez en cuando-: ¿Tendrá algo que ver el largo, curvatura, torcedura, ancho y disposición de los cuernos con los factores que denotaron su puesta?
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Mira, que hace poco leí sobre el casco austriaco y su cuerno. Iba remachado al casco en sí, y enroscado a una peana para poder cambiar el pico por unos flecos de adorno. Ésa es la puesta. Pero la influencia de sus dimensiones y forma sobre la propia puesta, o viceversa, vaya usted a saber, la desconozco por completo.
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Y, por Osiris, que sigamos desconociendolo.
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