Baila el demonio en su orilla,
en sus ojos la luz brilla,
pero es una luz ansiosa,
llena de deseo
por los placeres del mundo
que se escapan de sus dedos.
De cuerpo descompuesto,
de huesos expuestos,
solo el vientre se extiende
más allá del cuero.
A su sombra fue creado,
para suplir su ausencia,
para cambiar por manjares,
la luz faltante, la falta de su esencia.
Para ahogar en bebidas,
el dolor de su partida.
Baila el demonio en su orilla,
tambaleante y rollizo,
siempre a la espera,
de que su falta sea eterna,
para sus deseos dar cuerda suelta.
¿Volverá su luz a apaciguarle?
¿Se los llevará con ella?
¿O es que han venido para quedarse
para dominar al alma muerta?
El primero de los siete. Pero, por lo general, el último en irse con la edad.
Aquí, a la orilla del lago sin luna, me quedo esperando la danza del resto. Y la vuelta de Selene.
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Es la idea pasar por cada uno de ellos. a ver que sale.
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Te veo deslizándote últimamente hacia oscuras aguas de abismos tenebrosos 😉
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Directo al impluvius.
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