Siempre adoré,
el brillo de tu risa,
como apocabas las estrellas
cuando esgrimías tu sonrisa.
Hada luminosa,
cuando carcajeabas,
temía el día
que su luz le quitaras.
Quise ser la sombra
que enmarcase tu brillo,
mas sólo logre ser el frío
Que apagó tu llama.
Hoy te miró de lejos,
para que mi aliento no te toque
y no apague de nuevo
esa luz que renace.
Sea mi ausencia
el regalo perfecto,
para esa luz que siempre
te salía de adentro.
Esa luz que admiré
y que siempre
me mantenía despierto.
Esa luz que envidié
aun ahora,
a la sombra del desconsuelo.