De todas, quizás la más pequeña.
se deslizó por pasadizos ocultando su estela.
cerrando ojos y oídos a influencias externas
había evitado los efectos de la guerra.
No huiría ¿cómo hacerlo?
¿no era este acaso también su mundo?
allá fuera sólo la querían muerta.
Bajó flotando las escaleras,
suave, como un velero a vela.
A su alrededor los dientes tronaban,
al lado de las paredes de tierra.
¿Cuánto más debería bajar, para estar segura?
¿Cuánto más huir, por su existencia?
¿Cuánto tiempo esperar para evitar la muerte?
¿Cuánto más le quedaba de suerte?
Aprovechando su tamaño,
atravesó minúsculas grietas,
paso a paso, cada vez más adentro,
cada vez más cerca del centro
hasta encontrar un refugio,
un viejo y abandonado capullo
de seda envejecida de amarillo,
bajo el cual no se viera su brillo.
Y ahí se quedo oculta,
ahí se quedo dormida,
quizás para siempre,
quizás hasta otra vida,
dónde los lobos no la busquen,
dónde la Luna nuevamente exista.
Mientras quede una luz, no se extinguirá toda la existente. Oculta y refugiada de la oscuridad en la propia oscuridad a la que se llega… Espera. Esto que estoy diciendo es paradójico, ¿no? 😉
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Sí lo es, pero es bueno que así sea. Las cosas que valen la pena suelen serlo ¿no?
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«Lo siento, pero, si hay opción de elegir, después después de haber leído la entrada y tus dos novelas, qué quieres que te diga: prefiero que resurja la luz de la plata y quede oculta para siempre la luz dorada…».
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Jajajaja, ni loco me compararía con la maestría de MiLord. Y eso que lo estoy.
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Ains, me ha llegado al alma ese comentario. ¡Gracias! 😉
Por cierto, te mando correo en breves (aviso para que no vaya al spam 😀 😀 :D)
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“Lo siento, pero, si hay opción de elegir, después de haber leído la entrada y tus dos novelas, qué quieres que te diga: prefiero que resurja la luz de la plata y quede oculta para siempre la luz dorada…”.
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El Gran Señor de los Artiodáctilos se ha adelantado a señalar la poética paradoja de que una luz que se oculta en la oscuridad.
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