Una vez conocí un hada,
decía que no brillaba,
y se escondía avergonzada bajo una rama.
Mas se mentía,
pues yo veía como relucía.
Las huellas de sus pies,
lo que tocaba con sus manos,
una vez ella se escondía se encendía.
A su espalda una huella,
luminosa y etérea,
iba arrastrando.
cada paso dado,
era una nueva estrella.
—Si brillas— le dije,
pero no escuchaba.
—Si brillas— le repetía,
pero solo lloraba.
Era el llanto el que no la dejaba,
admirar su propio encanto.
Traté de consolarla,
colmándola de afecto,
exagerando, también mintiendo.
Y lo conseguí un tiempo.
Olvidada de su falsa desgracia,
sonreía el hada de nuevo.
Sonreía yo de paso,
sonreía el mundo entero.
Mas las mentiras son como naipes.
No podemos construir con ellos,
nada sostenible al menos,
nada que dure mucho tiempo.
Una vez conocí a un hada,
una vez la convertí en reina,
una vez logre que olvidara,
el sufrimiento.
Mas no note que los muros,
de cariño con los que la rodeaba,
solo lograba ocultar más,
su aura dorada.
Una vez conocí un hada,
pero de ella hace mucho no se nada.
Muy bonito!! Me ha emocionado, en serio. Esa falta de autoestima es muy real y más común de lo que nos pensamos…
Un saludo
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Que bueno que os haya gustado. Gracias por darse el tiempo de leer.
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Hermoso 🙂
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Gracias siempre por pasar 🙂
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A veces, es difícil reconocer la propia luz que se desprende. Menos mal que siempre hay quien puede decírtelo.
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Aunque hay algunos que no oyen 🙂
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El defecto de no escuchar y el de mentir «compasivamente» siempre llevan al colapso. Te lo digo yo, que ambas dos cosas las conozco.
Y preciosa la forma de decirlo.
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Mentir compasivamente, a mi me gusto como suena eso. Lo hace a uno sentirse… un poco mejor.
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