Baila el demonio en su orilla,
en sus ojos la luz no existe,
una ausencia oscura,
ensombrecida por la privación,
de aquella luz que el mundo le negó.
Apenas va vestido,
con una toga simple y sencilla,
entregado a la desidia,
Observa el mundo escondido.
perdido,
sin ánimos de hacer nada.
A su ausencia fue creado,
cuando ella se llevo las ganas,
de vivir, de sentir, de respirar.
Cuando se fueron las ganas de amar.
Languidece el demonio en su orilla,
Suspirando,
apenas mirando
siempre a la espera,
de que su falta sea eterna,
Para que no vuelvan las ganas,
para que no le llene de vida,
para que sólo le queden las ganas de muerte,
para que no recupere el alma la vida.
¿Volverá su luz a apaciguarle?
¿Se los llevará con ella?
¿O es que han venido para quedarse
para dominar al alma muerta?
¿Qué demonio baila, en lugar de una danza… demoniaca, boleros apaciguados? «Bailar sentados es bailar» o algo así, que mi vagancia no me da para buscar en la red.
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Bailar sentados, o acostados, la mejor forma de danzar.
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Desde luego, así no corres riesgo de torcerte un tobillo. Aunque, estando a la orilla del mar, siempre puede surgir un Swayze entre las aguas que coja al demonio como una Baby cualquiera 😉
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jajajaja, gracias por la imagen mental.
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