Heme aquí de rodillas,
con la frente pegada al piso,
Con la cola entre las piernas,
reprimiendo un gemido.
Perdóname, por favor te pido.
por favor olvida mis ladridos,
disculpa aquellos aullidos,
que lance sin haberlos sentido.
No soltaré un solo suspiro,
haced lo que quieras conmigo.
Mantendré mis garras guardadas,
mantendré los dientes escondidos.
Solo no me dejes aquí perdido,
en este sitio baldío.
Estas no son sombras amigas,
son demonios esperando un olvido.
Quédate aquí conmigo,
no me prives de tu brillo,
enciérrame, átame, castígame,
déjame quedarme contigo.
Con el cuello arriba, te lo ruego,
a ti estoy sometido:
has lo quieras te lo pido.
Pero no abandones a un corazón canino.
Como gran amante de los perros, no puedo sino suscribir todas y cada una de las palabras de tu poema. Es terrible la congoja que siento al pensar en los innumerables de ellos que no tienen la suerte de gozar de una familia que les quiera como se merecen.
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Me agrada mucho que haya despertado algo en usted… aun cuando este haya sido un recordatorio del pesar.
Gracias por acompañarnos en este viaje. 🙂
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